«El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro
llevando los aromas que habían preparado.
Pero encontraron que la piedra
había
sido retirada del sepulcro, y entraron, pero
no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
No sabían que pensar de esto, cuando
se
presentaron ante ellas dos hombres con
vestidos resplandecientes.
Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos
les
dijeron: “¿Por qué buscáis ente los muertos al
que está vivo? No está aquí, ha resucitado”» (Lc 24, 1-6).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
«El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16, 19).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo
lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento
impetuoso, que llenó toda la casa en la que se
encontraban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se
repartieron y
se posaron sobre cada uno de ellos;
quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse»
(Hch 2, 1-4).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada porque el Señor ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 48-49).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.
«Una gran señal apareció en el cielo: una mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12, 1).
Después de una breve pausa de reflexión, un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria.